"Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor", se dijo al comprender que Dios le había concedido una tregua, una etapa plena que sólo quedó en el pasado, en el más bello recuerdo de su vida, dejándolo sumido en un destino más oscuro que antes, en un mundo sin interés, en el ocio..." La Tregua.