- Ser o no ser, todo el problema es ése
- ¿qué es más noble al espíritu, sufrir
- golpes y dardos de la airada suerte,
- o tomar armas contra un mar de angustias
- y darles fin luchando?
- Morir; dormir; no más; y con un sueño
- dar fin a la congoja y sobresaltos
- que la carne heredó, consumación
- que se ha de desear. Morir, dormir,
- dormir, tal vez soñar: ese es el caso:
- porque el pensar que sueños trae la muerte
- ya desprendidos del mortal estorbo
- nos ha de contener. Ese respeto
- larga existencia presta a mi fortuna
- pues ¿quién sufriera el azotar del mundo
- o al opresor, la afrenta del soberbio,
- la hiel del huido amor, la tarda ley,
- la insolencia del cargo y los desprecios
- que al mérito le ofrece el hombre indigno,
- cuando por sí se diera su descanso
- con un simple estilete? ¿Quién querría
- lamentarse y sudar toda una vida,
- sin el temor de algo tras la muerte,
- esa ignota región de cuyos límites
- ninguno vuelve, que turba la mente,
- y hace nos soportar los males ciertos
- y no volar a otros ignorados?
- La conciencia nos vuelve así cobardes
- y así el matiz de la resolución
- desmaya el suave tinte de la idea
- y las empresas de rigor y empeño,
- ante el temor, su curso tuercen pronto,
- y dejan de tener nombre de acción...