Ayer salí al jardín, miré al cielo y estaba nublado. Iba a llover, las nubes estaban esponjosas, y daban ganas de sentarse en una de ellas y volar hacia direcciones desconocidas. Olía a humedad, a una mañana después de una lluvia torrencial nocturna. Observé el paisaje a mi alrededor, flores de colores, ¿en invierno? Sí, en invierno. Pasto verde, un verde fuerte, prendido, iluminado. Las gotas comenzaron a caer de nuevo, decidí ir a caminar, a despejar mis pensamientos. Mientras caminaba las gotas se hacían espesas, y chocaban en mi chaqueta, en mi gorro, en mi cara… Caían sobre mí. Caminaba sin rumbo, sumida en mis pensamientos… ¿Qué había hecho mal? Nadie merece ser desvalorada de esa forma, nadie merece que su autoestima se vaya al suelo, menos por culpa de otros… Nadie… Entonces como si fuera poco ya estar mojada por la lluvia, lloré, las lágrimas comenzaron a caer lentamente sobre mis mejillas, rodaban hasta mi boca y en la comisura de mis labios cerraban su paso y acababan. Me senté, puse mis manos sobre mi cabeza, me incliné y lloré con fuerza, ¿tan mal había hecho las cosas? ¿Tan mal estaba yo como persona que nada me daba resultado? ¿Cómo podía ser eso de tener una parte de mi vida tan compensada y exitosa y otra que sentía necesaria tan vacía, tan desolada, tan carente de afecto?

La lluvia comenzó a hacerse más fuerte, mi celular sonaba, pero yo no quería contestar. Entonces sentí pasos, pasos fuertes, pasos de hombre. Levanté levemente mi cabeza, temerosa, las calles en un día de lluvia están desoladas, ¿quién podría ser? Y te vi, frente a mí, sin paraguas, tan mojado como yo, solamente sonreíste, entendí inmediatamente ese mensaje, me paré y te abracé, y lloré y sentía como tus fuertes brazos me apretaban como si no quisieran soltarme, te conocía tan poco, pero te tenía un enorme cariño, te transformabas en alguien especial, lo más probable, un amigo. Luego nos soltamos, te sonreí, entendiste eso, era un “gracias”. Es que nadie me había hecho sentir tan bien, como con tus gestos me había sentido, es que no hay nada más lindo que detalles, detalles que marcan… Fuimos a tomar un café, no hacía frío, pero tú sabías que yo me necesitaba despejar… Fue una linda tarde.

Hoy, salí al jardín, estaba soleado, de algunas ramas caían gotas, resquicios de la lluvia de ayer, hoy estaba soleado, y es que no podía llover, si habías llegado a iluminar mi camino, no sabes cuanta falta me hacía comprensión, un simple abrazo y una conversación…


Fernanda Ramirez.